Reseña de “El Zorro”, de Frederick Forsyth

“El centro de casi todos los pueblos y las ciudades está siempre iluminado, incluso a altas horas de la noche, pero se encontraban en un barrio de las afueras de una provinciana localidad inglesa, donde el alumbrado público se había apagado a la una de la madrugada. Eran las dos, la hora más oscura. Un zorro solitario los observó pasar, pero el instinto le indicaba que no interfiriera con aquellos seres, cazadores como él. Ninguna luz procedente de las casas rasgaba la penumbra.”

A sus más de ochenta años, Frederick Forsyth, maestro del thriller político y de espionaje, regresa al género que lo consagró con El Zorro, una novela donde deja claro que sigue teniendo el pulso firme. Autor de clásicos como Chacal, Odessa o Los perros de la guerra, el británico adapta su narrativa a la era del ciberespionaje, trasladando la tensión de los despachos y los campos de batalla al territorio digital.


Sinopsis de “El Zorro”, el joven hacker

La historia comienza con un ataque informático sin precedentes a una base de datos estadounidense. El autor no roba nada, ni pide rescate: simplemente demuestra que puede entrar en cualquier sistema. Las investigaciones conducen hasta Luke Jennings, un adolescente de 16 años con síndrome de Asperger que vive recluido en un ático londinense, absorbido por su ordenador y ajeno al mundo real.

Alarmados por su talento, los servicios de inteligencia británicos deciden protegerlo en lugar de entregarlo a Estados Unidos, que reclama su extradición. Al frente de la operación se sitúa Adrian Weston, un antiguo jefe del MI6 septuagenario que debe lidiar con un nuevo tipo de guerra: la tecnológica. Juntos formarán una improbable alianza entre el viejo orden y la nueva era digital, enfrentándose a Rusia, Irán y Corea del Norte, donde las guerras ya no se libran con balas, sino con códigos.


Crítica de “El Zorro”, el espionaje en la era digital

Forsyth, fiel a su estilo meticuloso y documental, vuelve a demostrar que domina como pocos la mezcla de realidad y ficción política. En El Zorro aparecen figuras fácilmente identificables: un presidente estadounidense populista que gobierna por Twitter, un líder ruso de pasado oscuro y un dictador coreano obeso y caprichoso. Su retrato del tablero geopolítico es implacable, y muestra cómo el poder ya no se mide por armas nucleares, sino por la información.

El autor aprovecha para repasar hechos recientes —como el caso Snowden, el envenenamiento de Sergei Skripal o las medidas antiterroristas tras el 11-S—, insertándolos con naturalidad en la trama. El resultado es una novela didáctica, fría y precisa, más cercana al reportaje periodístico que a la ficción pura, aunque no por ello menos intensa.

El contraste entre Weston, representante del espionaje clásico, y Jennings, símbolo del nuevo poder tecnológico, funciona como metáfora del cambio de era. Forsyth reflexiona sobre el vértigo de un mundo donde un adolescente con un portátil puede poner en jaque a las potencias mundiales, y donde los valores de la vieja inteligencia —lealtad, discreción, paciencia— parecen desvanecerse frente a la inmediatez digital.


Valoración final

El Zorro no es su novela más explosiva, pero sí una de las más actuales y lúcidas. Su ritmo ágil, su abundancia de datos y su mirada crítica sobre la política global hacen de ella un thriller sobrio y elegante, a la altura de su autor.

Forsyth tiende un puente entre generaciones: entre los espías de traje gris y los hackers de sudadera, entre el papel y el algoritmo. A través de su joven protagonista, plantea un dilema que define nuestro tiempo: ¿quién controla realmente el poder en la era digital?

Una lectura recomendable para los seguidores del autor y para quienes buscan una historia de espionaje moderna, escrita con la precisión y el temple del último gran cronista del género.