Reseña de “Las tinieblas y el alba”, de Ken Follett, precuela de “Los pilares de la Tierra”
“Edgar siempre sabía qué día era. La mayoría de la gente tenía que preguntárselo a los clérigos, que eran quienes se ocupaban de los calendarios…”.
Treinta años después de Los pilares de la Tierra, Ken Follett vuelve al universo de Kingsbridge con Las tinieblas y el alba, una precuela monumental que retrocede cuatro siglos, hasta el año 997 d.C., para mostrar el nacimiento de la ciudad y las raíces de las luchas sociales, religiosas y políticas que definieron su destino.
Sinopsis de “Las tinieblas y el alba”, el amanecer de Kingsbridge
La novela arranca en una Inglaterra asolada por los vikingos, en pleno final de la Edad Oscura. Edgar, un joven constructor de barcos, ve destruida su aldea costera y pierde a la mujer que ama durante un ataque. Obligado a empezar de cero con su madre y sus hermanos en una humilde granja de Dreng’s Ferry, deberá sobrevivir y reconstruir su vida. Poco a poco, su talento como artesano y su visión del progreso lo convertirán en un símbolo de esperanza en tiempos de barbarie.
Paralelamente, Lady Ragna, una noble normanda, desafía las imposiciones familiares y se casa por amor con un señor inglés, Wilfwulf, sin sospechar los secretos que oculta. Entre ambos mundos —el de la nobleza y el del pueblo llano— se mueven Aldred, un monje que sueña con levantar un gran centro de conocimiento, y Wynstan, un obispo corrupto que representa el lado más oscuro del poder eclesiástico.
Las vidas de estos personajes se entrelazan en una trama de ambición, fe y resistencia, en la que el germen de Kingsbridge empieza a tomar forma.
Crítica de “Las tinieblas y el alba”, el retorno del maestro de la saga medieval
Follett demuestra una vez más su maestría para combinar historia, emoción y ritmo narrativo. Aunque el esquema sea familiar —personajes de diferentes clases sociales, conflictos morales, luchas de poder—, su fórmula sigue funcionando. Cada capítulo está construido con precisión casi arquitectónica, alternando acción, intriga política y drama humano con una naturalidad que atrapa desde las primeras páginas.
El autor recrea con detalle el mundo anglosajón anterior a la conquista normanda, mostrando una sociedad brutal donde la ley es frágil y la religión lo domina todo. El contraste entre la rudeza de los sajones y la sofisticación de los normandos da profundidad histórica al relato, mientras que los detalles sobre la justicia, la vida rural o las creencias populares aportan un realismo que pocos novelistas consiguen con tanta eficacia.
A diferencia de Los pilares de la Tierra, aquí no hay una gran catedral que construir, sino los cimientos morales y materiales de una civilización. La escala es más íntima, pero el resultado igualmente épico.
Personajes y temas
Edgar encarna al héroe follettiano clásico: honesto, trabajador y dotado de una inteligencia práctica que le permite prosperar en un entorno hostil.
Ragna continúa la tradición de mujeres fuertes del autor —como Aliena o Caris—, aunque su mentalidad moderna choca un poco con el contexto histórico.
Aldred simboliza el ideal del saber y la espiritualidad auténtica, mientras que Wynstan personifica la corrupción de la Iglesia y la ambición sin límites.
El libro reflexiona sobre el progreso, la fe, la desigualdad y la resistencia frente al abuso de poder. A través de pequeñas historias personales, Follett retrata el nacimiento de una sociedad más civilizada que intenta emerger de la oscuridad.
Valoración final
Las tinieblas y el alba es, en esencia, más de lo mismo… pero con la calidad de siempre. Una novela colosal, bien documentada y absorbente, donde el autor combina rigor histórico y entretenimiento con la precisión de un relojero.
Puede que no sorprenda, pero Ken Follett sigue siendo insuperable en su terreno: el de las sagas medievales de ritmo cinematográfico y personajes inolvidables. Su regreso a Kingsbridge no decepciona; al contrario, ilumina sus orígenes con la fuerza de un amanecer después de la noche más larga.