Crítica de “El laberinto de los espíritus”, de Carlos Ruiz Zafón
“Aquella noche soñé que regresaba al Cementerio de los Libros Olvidados. Volvía a tener diez años y despertaba en mi antiguo dormitorio para sentir que la memoria del rostro de mi madre me había abandonado. Y del modo en que se saben las cosas en los sueños, sabía que la culpa era mía y sólo mía porque no merecía recordarlo y porque no había sido capaz de hacerle justicia”.
En el ya lejano 2001, Carlos Ruiz Zafón se convirtió en un fenómeno internacional con La sombra del viento, una novela que conquistó a millones de lectores y dio inicio a la saga del Cementerio de los Libros Olvidados. Aquel universo literario, envuelto en misterio, romanticismo y melancolía, continuó en El juego del ángel y El prisionero del cielo. Con El laberinto de los espíritus, el escritor barcelonés cierra el ciclo y ofrece la cuarta y última entrega de su serie más emblemática.
Planeta publica el volumen en una cuidada edición en tapa dura con sobrecubierta, de 928 páginas, al precio de 22,71 €. También está disponible en formato electrónico por 12,34 €, apareciendo justo a tiempo para convertirse en uno de los títulos más buscados de la campaña navideña de 2016-2017.
Sinopsis de “El laberinto de los espíritus”, la historia de Alicia
Cada noche, Daniel Sempere aguarda a que su esposa Bea y su hijo Julián se duerman. Entonces, a escondidas, intenta escribir la historia de su familia, un proyecto que no logra comenzar. Pide ayuda a su inseparable amigo Fermín Romero de Torres, quien le revela cómo conoció a Alicia Gris cuando ella era una niña, durante un episodio de la Guerra Civil. Fermín trataba de entregar a Isabella una carta de David Martín, escrita poco antes de morir.
En 1959, Mauricio Valls, antiguo director de la prisión de Montjuic y actual ministro franquista, recibe una amenaza que le advierte que “su tiempo se acaba”. Poco después desaparece misteriosamente junto con su escolta. La investigación recae sobre Alicia, ya adulta, una joven de 29 años que trabaja para el gobierno. De temperamento firme y pasado turbulento, se ve arrastrada a un caso que la llevará a descubrir secretos enterrados entre los muros de Barcelona y del propio Cementerio de los Libros Olvidados.
Reseña de “El laberinto de los espíritus”, un cierre brillante y melancólico
Para disfrutar plenamente de esta entrega conviene recordar las tres anteriores de la saga: La sombra del viento, El juego del ángel y El prisionero del cielo. De lo contrario, el lector podría perderse entre las múltiples conexiones y guiños del extenso epílogo, concebido sobre todo para los seguidores más fieles.
Aun así, la novela consigue atrapar desde las primeras páginas, centrando su mirada en Alicia Gris, uno de los personajes más complejos y magnéticos del universo zafoniano. Su asociación con Vargas, un veterano policía de método clásico, crea una pareja literaria que equilibra emoción e ironía, rigor y compasión.
Cuando muchos creían que la saga había agotado su recorrido, El laberinto de los espíritus demuestra lo contrario. Sin romper el tono ni los códigos de sus predecesoras, Zafón amplía su mundo narrativo y ofrece nuevas capas de intriga. Es cierto que el arranque puede parecer disperso y que en algunos tramos se acumulan explicaciones, pero el conjunto mantiene una tensión constante.
Los incondicionales del autor no quedarán defraudados. Zafón conserva su dominio absoluto del castellano, su oído para el diálogo y su capacidad para dar vida a personajes que hablan con voz propia. Fermín continúa siendo un hallazgo cómico y entrañable, capaz de aligerar incluso las escenas más oscuras.
La Barcelona de Zafón: gótica y eterna
Uno de los grandes placeres de esta novela es regresar a la Barcelona zafoniana, una ciudad que se mueve entre la luz y la sombra, entre el mito y la historia. Desde las calles empedradas del barrio Gótico hasta los edificios modernistas envueltos en niebla, cada rincón respira melancolía.
Zafón recrea con detalle varios momentos históricos, desde la Guerra Civil hasta la Barcelona olímpica de 1992, mostrando cómo el tiempo transforma los espacios pero no los fantasmas que los habitan. Su estilo, cargado de imágenes sensoriales y atmósfera gótica, mantiene la magia intacta.
Un final a la altura de su leyenda
A pesar de su extensión considerable —más de 900 páginas—, la novela no pierde ritmo. El autor opta por narrarlo todo, sin dejar huecos ni elipsis innecesarias. El resultado es una obra monumental que combina misterio, amor, tragedia y reflexión sobre la memoria.
El laberinto de los espíritus no cambia el tono ni el espíritu de la serie, pero sí ofrece una conclusión emocionalmente satisfactoria, que ata cabos y rinde homenaje al poder de los libros. Es un cierre que deja una sensación de plenitud, pero también de nostalgia: la de despedirse de un universo literario que marcó a una generación de lectores.
Zafón entrega aquí su tributo más sentido al arte de contar historias, a los personajes que viven en los márgenes del tiempo y a los libros que nos salvan del olvido.
Valoración final
Este desenlace del Cementerio de los Libros Olvidados confirma la maestría de Carlos Ruiz Zafón como narrador total. Su mezcla de realismo mágico, noir y romanticismo gótico mantiene intacto su encanto.
El laberinto de los espíritus es, en definitiva, una despedida elegante y conmovedora, un viaje por la memoria, la literatura y la redención. El lector cierra el libro con la sensación de haber recorrido una vida entera entre páginas y niebla, y con el deseo —imposible— de perderse una vez más en el Cementerio de los Libros Olvidados.