Crítica de “El amante japonés”, de Isabel Allende
“Alma Belasco estaba tan acostumbrada a mandar y mantener distancias e Irina tan acostumbrada a recibir órdenes y ser discreta que nunca habrían llegado a estimarse sin la presencia de Seth Belasco, el nieto preferido de Alma, quien se propuso derribar las barreras entre ellas”.
Isabel Allende, una de las voces más reconocidas de la literatura en español, mantiene su ritmo constante de publicación. Apenas un año después de El juego de Ripper, regresa con El amante japonés, una novela que combina ternura, memoria y melancolía, confirmando su talento para conectar con varias generaciones de lectores.
A pesar del paso del tiempo, la autora conserva intacta la capacidad de seducción narrativa que la consagró con La casa de los espíritus o Cuentos de Eva Luna. En esta ocasión vuelve a entrelazar los grandes temas de su obra —el amor, el desarraigo y la memoria— con su característico tono cálido y humano.
Sinopsis de “El amante japonés”, amor a lo largo de los años
La historia se desarrolla en dos planos temporales. Irina Bazili, una joven de 23 años con un pasado difícil, consigue trabajo en el departamento administrativo y de asistencia de Lark House, una residencia de ancianos de lujo en las afueras de Berkeley. Su honradez y discreción llaman la atención de Alma Belasco, una anciana perteneciente a una acaudalada familia, quien le ofrece un empleo complementario como secretaria personal.
Mientras Irina trabaja para Alma, conoce a Seth Belasco, nieto de la anciana, que aprovecha la escritura de un libro familiar como pretexto para pasar tiempo con la joven. Ambos descubren, entre los papeles y cartas de Alma, una serie de correspondencias firmadas por Ichimei Fukuda, un hombre japonés al que Alma conoció en su infancia, cuando fue acogida por sus tíos en San Francisco en 1939, tras huir de Polonia ante la amenaza nazi.
A través de estas cartas se revela un amor prohibido y duradero, marcado por la guerra, el racismo y el paso del tiempo.
Crítica de “El amante japonés”, una historia sobre el desarraigo y la memoria
Al leer la novela, sorprenden las similitudes con la obra anterior de Allende. Ambas transcurren en San Francisco, su ciudad de adopción, y abordan nuevamente la relación entre jóvenes y ancianos, una constante en su literatura reciente. La autora parece observar con empatía y cercanía los sentimientos de las nuevas generaciones, quizá inspirada por su propia relación con sus nietos.
Sin embargo, las coincidencias terminan ahí. El amante japonés posee una identidad propia, sustentada en una ambientación cuidada y en un tono más íntimo. La narración alterna ternura y reflexión, y evoca la nostalgia por los tiempos pasados sin perder de vista las sombras de la historia.
Allende aprovecha la historia de Alma para reflexionar sobre el desarraigo y la capacidad del ser humano para recomenzar después de la pérdida. El libro se convierte también en un alegato contra la intolerancia y una defensa de los lazos familiares y afectivos que sobreviven al tiempo y a las heridas.
El estilo de Allende, siempre reconocible
En esta novela, la prosa de Isabel Allende se muestra más contenida pero igual de envolvente. Su estilo, directo y sensible, logra que el lector se interese de inmediato por el destino de sus personajes.
A través de Alma, la autora construye una figura femenina fuerte, contradictoria y entrañable, símbolo de la lucha entre el deber y el deseo. Ichimei, su amante japonés, representa la serenidad, la lealtad y el peso del silencio. Y Irina, la joven que indaga en el pasado de ambos, funciona como puente entre generaciones y como espejo del lector.
La autora combina con acierto realismo y emotividad, sin recurrir al exceso melodramático. Su narración fluye con naturalidad, guiada por la curiosidad y el afecto hacia los personajes.
Valoración final
El amante japonés no alcanza la grandeza de las obras más emblemáticas de Allende, pero sí confirma su maestría para contar historias humanas y universales. Es una novela agradable, elegante y melancólica, que invita a pensar en la memoria, la pérdida y la fuerza del amor cuando todo parece desvanecerse.
Con esta obra, Isabel Allende demuestra una vez más que su literatura sigue siendo un refugio para quienes buscan emociones sinceras y personajes que laten más allá de la página. Un libro que, sin pretender ser monumental, deja una huella cálida y persistente.