Crítica de “Hombres desnudos”, de Alicia Giménez Bartlett (Premio Planeta 2015)
Crítica de “Hombres desnudos”, de Alicia Giménez Bartlett (Premio Planeta 2015)
“Yo hubiera juzgado como natural otro tipo de reacción: celos por mostrarme desnudo ante otras mujeres, quejas por no pasar conmigo las noches de los viernes y sábados… Lo que no soporto es su censura moral, su miedo al qué dirán. Las ideas progresistas han volado. Lleva los prejuicios atados al cuello, como la pesada piedra de un suicida frente al río”.
Con su habitual ironía, Alicia Giménez Bartlett recibió el Premio Planeta 2015 recordando que “los galardones te los conceden; no los ganas. Ayer, sin ir más lejos, me llamaron de un supermercado para decirme que había ganado un secador de pelo”. Esa frase resumía bien el tono lúcido y desenfadado de una autora que lleva décadas explorando la psicología humana desde distintos ángulos, ya sea a través del género negro o de la narrativa más realista.
Conocida sobre todo por la serie protagonizada por Petra Delicado, iniciada en 1996 con Ritos de muerte, Bartlett ha sido pionera en dar voz y protagonismo a personajes femeninos fuertes dentro de un ámbito tradicionalmente masculino. También ha brillado en obras fuera del género policial, como Donde nadie te encuentre —Premio Nadal 2011—, donde reconstruía la historia real de una guerrillera del maquis.
En Hombres desnudos, la escritora vuelve a demostrar su interés por los conflictos sociales y emocionales contemporáneos, ofreciendo una mirada crítica y empática sobre las relaciones entre hombres y mujeres en la España posterior a la crisis.
Planeta publica el título en edición de 480 páginas, tapa dura con sobrecubierta, y disponible también en formato electrónico.
Argumento de “Hombres desnudos”: la dama y el stripper
La novela entrelaza las vidas de dos personajes que parten de mundos opuestos. Irene, empresaria acomodada al frente de la compañía que heredó de su padre, ve cómo su vida se derrumba cuando su marido, abogado y empleado de la empresa, le confiesa que la deja por una mujer más joven.
Al mismo tiempo, Javier, profesor de literatura, pierde su empleo en un colegio religioso y entra en una etapa de precariedad e inseguridad. Su pareja mantiene su trabajo, y la diferencia de ingresos empieza a corroer la relación. La situación cambia cuando conoce a Iván, un stripper del extrarradio que le propone unirse a su espectáculo. Javier, al principio reacio, termina aceptando.
El destino une a Irene y Javier en un encuentro que desencadena una relación compleja y autodestructiva, marcada por la necesidad, la frustración y los roles invertidos en una sociedad que presume de igualdad pero sigue arrastrando viejos prejuicios.
Reseña de “Hombres desnudos”: el precio de la igualdad
Alicia Giménez Bartlett construye una novela sólida, escrita con ritmo ágil y precisión lingüística, en la que los personajes exponen sus pensamientos en primera persona a través de monólogos intercalados. No hay narrador omnisciente ni advertencias: las voces se suceden con naturalidad, revelando el interior de cada personaje y ofreciendo un mosaico humano creíble.
La autora destaca por su capacidad de observación. Sabe captar los matices del habla según el origen social de cada personaje: los de clase alta, como Irene, mezclan expresiones cultas con coloquialismos; los de entornos más humildes, como Iván o Javier, muestran un lenguaje más directo, sin artificio. Esa riqueza lingüística da autenticidad a la historia y demuestra el oficio de una escritora filóloga de formación.
Hombres desnudos llega en el momento justo para retratar un país marcado por la crisis económica y los cambios de valores. La autora analiza cómo las dificultades materiales transforman la moral y la identidad de los individuos, incluso de aquellos que se creían inmunes. Los ideales progresistas se tambalean cuando la estabilidad se pierde, y tanto hombres como mujeres se enfrentan a su propio desconcierto.
La novela aborda temas como la dependencia emocional, la pérdida de estatus, la frustración profesional y la redefinición del deseo, con una mirada crítica pero sin dogmatismo. Irene representa el desmoronamiento del poder femenino cuando el amor se convierte en una herida narcisista. Javier, por su parte, encarna la inseguridad del hombre moderno, incapaz de adaptarse a un modelo de igualdad que desarma los privilegios tradicionales.
Una mirada lúcida y sin moralismos
El gran acierto de Giménez Bartlett es no moralizar. Su narración fluye entre la ternura y la ironía, dejando que el lector saque sus propias conclusiones. En lugar de dictar juicios, la autora muestra las grietas de una sociedad que presume de libertad pero aún arrastra prejuicios de género y de clase.
Pero «Hombres desnudos» aporta sobre todo una inteligente reflexión sobre la situación actual de una sociedad que parece haber conquistado (con algunos puntos pendientes) la igualdad entre géneros, pero que a cambio vive un momento de desorientación, tanto de hombres como de mujeres. Por eso una empresaria que además atraviesa una decadencia económica, no encaja bien haber sido abandonada, no sabe cómo reaccionar. Y un profesor de literatura hasta entonces progresista desarrolla cierto complejo de mantenido, y acaba dando al traste con una relación que parecía ideal.
Tanto a ellos como a ellas les vendrá bien pensar sobre estos temas durante la lectura de esta novela. Sorprende continuamente con algunos hallazgos, por lo que resulta bastante grata.