Reseña de “El pintor de almas”, de Ildefonso Falcones

“Los gritos de centenares de mujeres y niños retumbaban en las callejas del casco antiguo. «¡Huelga!» «¡Cerrad las puertas!» «¡Detened las máquinas!» «¡Bajad las persianas!» El piquete de mujeres, muchas de ellas con niños pequeños en sus brazos o tratando de mantenerlos agarrados de la mano, a pesar de los esfuerzos de estos por escapar para unirse a aquellos un poco más mayores, libres de control, recorría las calles de la ciudad vieja instando a los obreros y los mercaderes que todavía mantenían abiertos talleres, fábricas y comercios a que detuvieran de inmediato su actividad”.

Tras el éxito internacional de La catedral del mar y su continuación Los herederos de la tierra, Ildefonso Falcones regresa con una historia completamente nueva ambientada en la Barcelona de principios del siglo XX. En El pintor de almas, el autor se adentra en el mundo del modernismo catalán y en los profundos conflictos sociales de la época, ofreciendo una novela que combina arte, política y pasión con su inconfundible estilo narrativo.

El punto de partida de la obra surge, según el propio Falcones, de una anécdota familiar: “La familia de mi madre desechó comprar un piso en La Pedrera porque no había ningún mueble que pudiera encajarse con las paredes ondulantes”. Ese detalle cotidiano sirve de metáfora perfecta para una historia en la que la belleza artística choca con la rigidez de las clases y las ideas.


Sinopsis de “El pintor de almas”, entre la miseria y el arte

La novela transcurre en una Barcelona convulsa y desigual, marcada por huelgas, protestas y el auge del movimiento obrero. El protagonista es Dalmau Sala, un joven pintor y ceramista hijo de un anarquista ejecutado. Vive atrapado entre dos mundos: el de los obreros revolucionarios encabezados por su hermana Montse y su novia Emma, y el de los burgueses adinerados que patrocinan el arte modernista y a los que Dalmau necesita para sobrevivir.

Mientras Montse se involucra en las protestas y acaba siendo encarcelada, Dalmau lucha por abrirse camino como artista en el taller de Manuel Bello, un hombre devoto y conservador que representa los valores de la vieja sociedad. Emma, por su parte, trabaja como cocinera y se convierte en una figura esencial del movimiento social femenino, decidida a luchar por la igualdad en una ciudad que empieza a despertar.


Reseña de “El pintor de almas”, el modernismo como espejo social

Falcones no arriesga en la fórmula, pero eso no es necesariamente un defecto. Al contrario, el autor vuelve a demostrar su dominio de la gran narración histórica, combinando una trama de superación personal con una recreación minuciosa de la época. En lugar de levantar catedrales, esta vez levanta talleres y fábricas, sustituyendo las piedras góticas por las curvas modernistas de Gaudí, Domènech i Montaner o Puig i Cadafalch.

El resultado es un retrato vibrante de la Barcelona modernista, donde la riqueza estética convive con la pobreza obrera. El contraste entre la opulencia de la burguesía y la desesperación de los trabajadores atraviesa toda la novela, y Falcones lo maneja con equilibrio, sin renunciar al tono épico que caracteriza su obra.

Su narración, en tercera persona y capítulos largos, mantiene el pulso narrativo y la tensión hasta el final. Aunque el autor recurre a sus recursos habituales —el héroe humilde, las pasiones imposibles, el contexto histórico transformador—, lo hace con oficio y eficacia. El lector se ve arrastrado por la historia, que no sorprende por su originalidad pero sí por su fuerza narrativa y emotiva.

Los personajes están descritos con trazos firmes, más definidos por sus acciones que por su introspección, lo que facilita el ritmo ágil de la lectura. Dalmau encarna al artista dividido entre la fidelidad a sus ideales y la necesidad de sobrevivir dentro del sistema que desprecia. Emma, su compañera, simboliza la dignidad femenina y la lucha silenciosa de las mujeres que sostuvieron las primeras huelgas y reivindicaciones sociales.

La ambientación es uno de los mayores aciertos: Falcones consigue transportar al lector a una Barcelona de contrastes, donde los ateneos anarquistas conviven con los palacetes burgueses y donde el arte se convierte en un refugio frente al hambre y la injusticia.


Valoración final

El pintor de almas ofrece exactamente lo que promete: una historia clásica, de ritmo sostenido y con un trasfondo histórico impecable. No rompe moldes, pero emociona, entretiene y muestra a un Falcones más maduro y contenido, capaz de equilibrar la épica con la reflexión social.

El autor vuelve a mimar a sus lectores fieles, construyendo una novela de estructura sólida y sensibilidad humana. Si La catedral del mar era la epopeya del gótico, El pintor de almas es la del modernismo: una mirada a la lucha de los humildes frente al esplendor de los poderosos, contada con la maestría narrativa de un autor que sabe cómo mantener viva la emoción página tras página.